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Óscar de la Borbolla

11/02/2019 - 12:00 am

Notas para promover la lectura

No pretendo descubrir el hilo negro: sé que a propósito de la promoción de la lectura corren y han corrido caudalosos ríos de tinta; pretendo, tan sólo, ordenar algunas ideas y elaborar una reflexión, que por fuerza resultará incompleta, a partir de dos simples preguntas:

1 ¿Por qué hay algunos que no pueden leer? y

2 ¿Por qué quienes puede leer no lo hacen?

“El problema de promover la lectura es, como lo he repetido hasta la saciedad, complejísimo”. Foto: Especial

No pretendo descubrir el hilo negro: sé que a propósito de la promoción de la lectura corren y han corrido caudalosos ríos de tinta; pretendo, tan sólo, ordenar algunas ideas y elaborar una reflexión, que por fuerza resultará incompleta, a partir de dos simples preguntas:

1 ¿Por qué hay algunos que no pueden leer? y

2 ¿Por qué quienes puede leer no lo hacen?

De estas dos preguntas, la primera me parece -para la reflexión- menos interesante que la segunda, pues, aunque las posibles respuestas a la primera iluminan problemas muy severos: analfabetismo, inaccesibilidad a los libros, desnutrición, agotamiento por causa del trabajo y a muchas otras razones igualmente graves, me parece que representan problemas que deberán solucionarse mediante remedios puntuales: alfabetizar, abaratar los libros, llevar a cabo acciones que contribuyan a una mejor distribución de la riqueza, etcétera. La segunda pregunta, en cambio, me resulta más sugerente, pues, existen muchos mexicanos que están alfabetizados, pueden sin dificultad tener libros a la mano (sean libros relativamente baratos o gratuitos o virtuales), están suficientemente bien alimentados y gozan de un trabajo que les permite disfrutar del tiempo de ocio y, sin embargo, no leen. En suma, me resulta más interesante la segunda pregunta porque puede ser el caso de que se resuelvan los problemas que implica la primera pregunta que, insisto, son gravísimos y parece necesario atender cuanto antes y, no obstante, la gente siga sin leer.

¿Por qué quienes pueden leer no lo hacen? Conste, estoy dando por sentado que tienen libros a la mano (sean impresos o virtuales); tienen tiempo, tienen satisfechas sus necesidades (no se están desmayando por falta de alimento ni están cabeceando por el cansancio y el sueño), y sin embargo no leen. Repito: ¿por qué quienes pueden leer no lo hacen?

A muchos les parecerá absurda mi pregunta porque parece obvio que quienes pueden leer lo harán; sin embargo, los muchos años que llevo como profesor universitario me han permitido comprobar que, aunque se tengan las condiciones mencionadas para poder leer y hasta el interés o la necesidad de hacerlo hay quienes no pueden leer. Comienzan a hacerlo y, tras avanzar unas cuantas líneas, la mente se les va y, de pronto, están pensando en otra cosa, y vuelven a empezar y, una vez más, tras leer unas pocas líneas vuelven a distraerse. Consiguen concentrarse, por fin, pero tropiezan con alguna palabra cuyo significado desconocen y luego con otra y con otra más y por más que están haciendo el esfuerzo por leer no comprenden. Y además, como no están familiarizados con la puntuación, ni leen de corrido por la falta de práctica, se detienen donde no deben y van leyendo enunciados a medias, pegando un fragmento de una frase con otra y el resultado es un desastre: leer, para ellos, lejos de ser una actividad placentera, es un martirio: leer diez veces el comienzo de un párrafo no es placentero; es frustrante. Leer un párrafo donde hay tantas palabras desconocidas que, una de dos, o la lectura va llenándose de lagunas que la vuelven ininteligible, o uno acude tantas veces al diccionario que resulta un esfuerzo tan elevado como leer en otro idioma.

Así, quienes tienen las condiciones materiales para leer no lo hacen porque, aunque puedan hacerlo, lo viven como una tortura porque no entienden, ya que no pueden concentrarse ni conocen el vocabulario ni están familiarizados con la puntuación…

Y esto es solamente la punta del iceberg, pues también está el clima cultural de nuestro país: aquí quienes triunfan (quienes hacen dinero, quienes llegan a la presidencia, quienes son populares, etcétera) no es porque hayan leído.

Y también está un ingrediente de nuestro tiempo que no se ha pensado lo suficiente y que ha trastornado a la sociedad de una manera que no hemos terminado de comprender: la internet: la superrealidad versus la palidez de la vida real; la facilidad para encontrar un dato descontextualizado; los millares de videos donde uno puede audiovisualmente enterarse de cualquier tema o de todo (aquí quisiera recordar que la lectura es sólo un medio, no un fin en sí mismo), la facilidad de brincar a un hipertexto y armar una sintaxis que ha venido a fastidiar nuestra capacidad de concentración al abreviar nuestros periodos de atención…

En fin, leer es bueno, pero esta es una frase que aprecian quienes leen y tienen el hábito de hacerlo; para quienes no son lectores es una exhortación hueca, una voz que viene del pasado y carece de sentido. El problema de promover la lectura es, como lo he repetido hasta la saciedad, complejísimo, pues involucra todos los aspectos de la polis: es, en el más alto sentido, un asunto político: todo al servicio de la clase de ser humano que se desee formar. Y cuando digo todo, me refiero lo mismo a las políticas públicas que a la cooperación de la sociedad civil.

Los problemas complejos suelen dejarnos paralizados; sin embargo, como dijo Lao-Tse: “Un viaje de mil millas comienza con un paso” y podríamos añadir, que los problemas complejos deben comenzar a resolverse por algún lado y, por ello, celebro el paso que ha dado Paco Ignacio Taibo II, al frente del Fondo de Cultura Económica: abaratar el costo de los libros y hacer grandes tirajes.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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